martes, 22 de mayo de 2007

Entrevista a Alexis Figueroa


MUERTO EL PERRO SE ACABA LA RABIA


Por David Bustos


Alexis Figueroa (Concepción, Chile, 1956) es uno de los poetas más destacados de la generación del ochenta. Este poeta se ha desempeñado en los más variados oficios desde guionista de documentales hasta reparador de computadores. Además ha sido editor de importantes revistas literarias de los años ochenta, como La piel de leopardo, Posdata y Tantalia. Su primer libro de poesía Vírgenes del Sol Inn Cabaret, fue galardonado con el Premio “Casa de las Américas” (La habana, Cuba, 1986).


¿Alexis cuál es tu posición como poeta en relación a tu generación? ¿En qué se distingue tu poética a la de Tomás Harris, Diego Maquieira, José María Memet, por ejemplo?


Para hablar respecto de mi generación debo dar algún rodeo. Primero, diré que desde niño me interesó la literatura. Y aún más la lectura. Fundamentalmente leí enciclopedias- la famosa “Barsa” y el “Tesoro de la juventud” de los 70. Amén de novelas y libros de fantasía y ciencia ficción. Pero hasta muy entrado en la adultez leí como lector, no como escritor. No leía poesía. Entré a estudiar filosofía en 1973, a la U. de Concepción. Y leí filosofía, acaso ya, con 17 años, con actitud de filósofo. Siempre me atrajo la densidad sistemática de los textos filosóficos clásicos a la manera “europea”, desde por ejemplo Tomás de Aquino a Kant. Y tal vez, la primera visión de una filosofía de la subjetividad, en la que se combinaba pensamiento y un “estilo” literario, fue con Nietzsche y Kierkegaard. Fue el primer atisbo de otra, aunque estética, realidad. En suma, me formé en los turbulentos y amenazantes años post 73. Recuerdo que mis primeros intentos de vocación poética eran copia de García Lorca, Machado, Neruda. Sin embargo allá por los 80, empecé a tomar contacto con una poesía universitaria que venía desde el Instituto de Lenguas. Recuerdo en esto, al grupo “Punto próximo” en donde estaban Harris, Roberto Henríquez, Carlos Decap y, otras cosas, una actividad: “Exploración de un cuerpo urbano” se llamaba y era evidentemente una aventura de poesía-performance experimental. Por ese entonces, yo integraba la “Asociación Democrática de Artistas” de Concepción. Allí, siendo miembro del grupo de Teatro Urbano Experimental, integré a la vez mi primer taller literario. Fue en él donde se me reveló, aún mínimamente, la riqueza chilena en esto de la poesía. Pero fue un poco más de De Rokha, Huidobro, otra vez Neruda y nada más, aunque llevé ahí mis inquietudes beat. Lentamente empezaba a configurase en mi interior un panorama denso, con autores ligados a otras tierras, porque yo crecí en un entorno en donde la tradición poética chilena no existía. Los poetas y toda suerte de intelectualidad estaba, sí, pero escondida bajo las piedras, en los subsuelos de las bibliotecas, en el trasfondo de las palabras que los profesores pronunciaban. Como un buen hippie tardío, mi educación estético sentimental se hizo con Grand Funk, Hendrix, Jefferson’s Airplane, Pink Floyd, Janis Joplin, Kerouak, W. B. –El Almuerzo Desnudo– y Ginsberg antes que nada. Sabía más del Beat que de los poetas de mi propio país. Porque en mi propio país en esos años el saber humanístico y la poesía pertenecían a estrellas de distantes galaxias, escondidas en nubes de pólvora y gas lacrimógeno. Leí, escribí y armé proyectos y revistas junto a Harris, en ese tiempo mi par y amigo. Y gracias a él poco a poco tuve vislumbres –otra vez– de otra poesía: Maquieira, Raúl Zurita, Juan Luis Martínez entre otros. Pero no saqué de ellos mis rasgo experimental, sino que con ellos confirmé una intuición: la de que el lenguaje escrito estaba ante mí como un suceso en que operar, más que estético, de manipulación e investigación. Creo que en esto confluyó mi temprana formación en el pensamiento francés del análisis de la escritura y su hecho, pensamiento conducido de la mano de Lacan, Folcault, y los avatares lingüísticos de la escuela freudiana-estructural. Así, llegué a la escritura del Vírgenes por tres vías. Una de ellas, la ciudad de la creación y sensación del beat, otra, por mi conocimiento filosófico de –valga redundacia– de la “filosofía del lenguaje” –desde Saussure en adelante– y finalmente, por el conocimiento del movimiento antropofágico y el concretismo brasileño. Sousa Andrade. La aventura del inca en Wall Street. Recuerdo que un día en que todas estas ideas daban muchas vueltas en mi mente, se me apareció la solución más simple: la poesía parecía ser el área de creación lingüística más interesante y libre del planeta ya que podía constituirse en un diseño que abarcara cualquier ámbito de creación, al amparo de su matriz lingüística de operación. Y esto incluía la concretitud de su tipografía, la noción tipográfica del anuncio-letrero colgado en la acera. Y así procedí. Y es que antes del Vírgenes hice otros proyectos, netamente de “calle”, con soporte de “calle”como página o lienzo, hasta ahora sin otro “registro” que una boleta de detención. Nos detuvieron, junto a Héctor Neira, allá por el 85, en plena campaña de una acción artística denominada “nosotros, los que sucedemos en la ciudad de una película”. Pero vuelvo. Sin conocer mayormente a mis pares, sin haber leído mucho de la creación que en esos momentos me rodeaba en el país –El Cada, las Acciones de arte, la noción misma de “poesía experimental”– me la formé de algún modo solo, en base a lo que dije anteriormente y, en todo caso, me siento mucho más contactado espiritual y amistosamente, con la generación siguiente de poetas y escritores. Siempre me sentí mucho más cómodo –en el sentido de panorama vital y espiritual– con Jesús Sepúlveda, Víctor Hugo Díaz, Guillermo Valenzuela y Yanco Gonzáles. Y esto lo sigo sintiendo el día de hoy. Por ejemplo, me siento más próximo a Malú Urriola que a Eugenia Brito, más cercano a Egor Mardones y a Sergio Gómez –en sus tiempos de poeta– que a Montealegre y Schopf. En realidad la generación que “históricamente y literariamente” me corresponde, salvo algunas excepciones, no me interesa más que para cumplir con lo que se espera de un buen “conocedor”, como un requisito propio de mi oficio de letras. Sentimentalmente me formé entre aquellos que descubrieron en Chile, allá por los adentrados 80, la Ciudad. Y creo que el motivo básico de esta percepción está en una actitud vital: fue un grupo algo a trasmano, que vivió una revelación “beat” después del mismo beat. Y como tal fue un grupo que vivió una revelación del corazón. Ante la cual, la poesía anterior, con todo su posible experimentalismo, parecía un asunto frío. Diré finalmente que sin embargo, es en la poesía experimental y en la ciencia ficción donde encuentro la promesa de un futuro de diseño, constructor de realidad. Creo que ambos, ciencia ficción y poesía experimental son cabezas de playa instaladas en la percepción de lo real. Y pido disculpas por estas metáforas de guerra, propias de cualquier poesía vanguardista.


Sé que tus fuentes son los clásicos, pero a la vez posees un afán de ruptura. Mi pregunta va por el lado de la apertura del libro como tejido textual y sus distintos soportes. ¿Qué piensas acerca de las poéticas del silencio (John Cage) o cuál es tu opinión respecto al soporte visual (Concretismo)?


Efectivamente, mis fuentes son en su mayoría los clásicos. Desde Homero a Lewis Carroll. Desde los escritos búdicos hasta Dylan Thomas, desde el Popol Vuh hasta T. S. Elliot. Pero en buena suma todas mis lecturas constituyen una mistificación positiva pues si bien recuerdo qué he leído, no ordeno muy bien lo que he leído y mezclo y combino, dejándome arrastrar por una suerte de intuición que me permite adornar, después de haber confeccionado las imágenes de una aventura de la mente –en términos de una creación de arte–, a la misma, con las referencias que, como ecos, la hacen resonar en una historia universal de anteriores hechos conocidos, adosados a su sustancia informativa inmaterial. Así, aunque hoy deliberadamente exploro líneas de procedimientos más formales, vinculados a la palabra inmediata –aunque invadida siempre de tics y guiños que abusan de su formalidad– considero que la poesía tiene al menos dos grandes fuentes para hacer tradición. Por un lado, constituirse en una tierra de pocos, vinculada al desarrollo de un “arte de especialización” que experimente la reducción de su ámbito por la sofisticación de la oferta y la demanda de su tipo de producción y, por otro, constituirse en paisaje onmiabarcante de ciencia, arte y tecnología, que diseñe ya no una percepción de realidad sino las condiciones de percepción de una determinada realidad. En suma, reivindico el sentido de la palabra poesía, de poiesis, en griego, creación. Una creación que tiene mucho más que ver con el descubrimiento y la invención que con la repetición. Un teorema matemático al postularlo ¿Se descubre o se inventa? Resolver esto es decidir –en histórico ejemplo– por alguna de las posibilidades que Leibnitz ejemplifica con su paradigma de los relojes y la armonía entre la percepción y lo real.


¿Sientes que Chile sigue siendo un país conservador y reaccionario? Te pregunto porque siento que hay cierta tendencia hacer una poesía discursiva; poéticas de lo políticamente correcto, que tienden a la sencillez y no a experimentar o problematizar la tradición. Este facilismo o aburguesamiento (superstición por la coherencia), contrasta con tu primer libro, ganador del premio Casa de Las Americas (Cuba, 1986), donde se aprecia riesgo, además de la integración de soportes variados como fotografía y anuncios publicitarios. ¿Cuál es tu postura, al respecto? ¿Sientes que la poesía que se hace hoy en Chile problematiza la tradición?


Por donde lo mires Chile es un país conservador y reaccionario. ¿Has leído el trato que los medios dan a nuestra presidenta, por su condición de mujer? Le dicen “la Bachelet”. Nunca leí nada donde se escribiera “el Lagos”. Pero volvamos a la pregunta. Creo que alguna vez te comenté que a mi juicio, tras toda la parafernalia descontructivista y experimental de algunos fundamentales productos de los 80-90, habría de devenir una suerte de interregno estético tras el fin de la dictadura. Y esto porque “el sentido de la orientación (frase de mi amigo Oscar Lermanda) se pierde el guerra”. Paradójicamente, con la llegada de la “democracia”, vino la desorientación. Acabados los grandes referentes de oposición y combate que posibilitaron y justificaron aventuras estéticas (que debían mucho de su “dejar hacer” a su metaestética política), estas mismas posiciones demostraron los blandas y contingentes que eran. Súbitamente se vio el descampado: no habían ya referentes-objetos claros en los que apuntalar la creación Y se vio entonces, que muchos proyectos artísticos se apoyaban necesariamente en puntales. Pero muerto el perro se acaba la rabia. Y si bien rabia había, no había señales que indicaran “por aquí se muerde, por aquí se va”. Panorama de creadores huérfanos que se revelaron finalmente como reaccionarios, en el sentido original de este término. Su puntal era el motivo de su reacción. Su puntal no fue nunca su creación. Así, las nuevas generaciones debieron acostumbrase al descampado. Creo que unos de los elementos que históricamente logró sobrevivir en lo eriazo fue la memoria colectiva de salvaguarda en la forma de lo que es correcto. Reducida a un “creemos, apoyándonos en la pata de palo de la tradición”. Pero de un tipo especial de tradición. Me refiero a la lírica, a esa expresión de “sentimientos individuales”, el reducto de la realidad reducida a una sensibilidad “especial”. ¿Especial por “fineza”? ¿Por índigo? ¿Por resilente?... Sin embargo sí conozco autores que buscan e interrogan sus propios límites. Son autores que generalmente cuelgan al margen –ya por elección, ya por exclusión– de la “tradición poética nacional”. Me refiero a autores de libros raros, desde “Trasmigraciones” de Merino hasta “AKA: sólo para tus ojos” de Jorge Ojeda. Como dices, tenemos nuestra pequeña tradición vanguardista. Pero una tradición vanguardista no se encarna en literatura por una simple imitación. En el Chile de hoy campea lo lírico, como siempre ha sido respecto a la imagen popular y culta de la poesía; un lirismo que repite letras de un viejo Rimbaud. Mas también he conocido algunos poetas –hombres y mujeres– que trabajan con la performance poética, gente para quienes estos mismos párrafos ya tienen otro sentido. Algunos son hijos de la red audiovisual de occidente, para quienes la poesía es una “costumbre nueva” de medio multisemántico y multidireccional. Sin embargo estos fenómenos distan bastante de la capacidad de comprensión crítica de nuestras malas, lentas universidades. O, en otro ejemplo, es difícil encontrar el sentido a una acción de corte y mutilación corporal realizado no al estilo Zurita –es decir como “denuncia de una situación social encarnada en el artista-mesías”– sino como “espectáculo” de atomización personal. Así, diría que en general, en el país, en sus ejes culturales oficiosos y oficiales, el discurso artístico –la “declaración”crítica, la expertiz, su realización– es más y más de sí mismo. Un sí mismo ciego, cómodo y vulgar. La excepción está en los lugares y la voz de los que no se contentan ni se interesan por el reconocimiento institucional. Y aunque puede haber instancias en que se violenta una pretendida tradición, en un marco de reconocimiento público y democrático, es este mismo marco el que reduce la acción poética “autorizada” a un chiste. Me refiero por ejemplo a la exposición de las imágenes de los presidentes chilenos colgados por el cuello, en el centro cultural de La Moneda. La obra, parriana por supuesto, se titula “El pago de Chile”. Esta muy bien. Como artefacto. Como chirogota autorizada y aplaudida por la autoridad. Es el mismo entorno y la venia de su uso lo que enmarca la obra en el cánon inocente de tomarse la universidad con el permiso del Rector. Más no por eso podemos decir que la poesía esta en la calle. Tampoco porque el Clinic* haga “artefactos” y juegue a los “quebrantahuesos” en sus titulares, la poesía está en la calle. Creo que la poesía odia ser fantasma de sí misma. Las-los que la aman lo saben muy bien. Como dice Jorge Ojeda en AKA (120): “Nuestra actitud semeja la de niños mutantes involucrados en un experimento que desborda la bioingeniería”.


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N. del E.: “The Clinic”, periódico de humor negro, muy popular en diversos segmentos de la población chilena.





UN POEMA INÉDITO DE ALÉXIS FIGUEROA


Hada de luz, literatura.


Así como la perla envuelta en el suave nácar de su concha.

Así como la mano acuna el blando seno de la herida.

Así como los suaves días alejan su velero hacia alta mar,

Así la letra miente, la letra que es su verbo.

Así el bastión de su metáfora, a salvo de la sangre,

con la indigencia que disfraza,

con el viaje de la sangre hasta la página, donde queda,

muerta.


Así como la sangre se trasunta

de los cuerpos mutilados

en hospitales, morgues, calles, guerras,

Y entra nacarada, núbil de asco a los libros de la historia

Así la letra miente y dice

soy un libro”.


Porque toda letra miente.

Alegre.

Y niebla es: un rosario de amapolas suturando las

heridas.


El libro que divierte y entretiene parlanchín,

el libro que es la cruz, un testamento,

en un campo de batalla,

el libro que revela tradiciones para el árbol de la ciencia

y sus pájaros canoros.

El libro en que se siembran, para verdecer en su lectura

signos negros, tinta de eco,

garrapatas auxiliares:

Interpretación.

Historia,

búsqueda,

sentido.



O el libro, huella santa, boca oscura,

Agujero centrípeto y pulsante

de una física que pronuncia religiones.

O el libro, paladín de una rosa cibernética

que aún te hace llorar.


Así, así camina: voz, Literatura.

Hada de luz, madonna auxiliar de las palabras,

monstruo, monstrua, de compuestos trozos rojos, palpitantes,

escogidos, disfrazados, tras de la carnicería:

cada signo con su cuerpo,

con su nombre y apellido,

con su casa que es mansión de intimidad

y su candado.


Como perlas rapiñadas a la suerte,

como perlas ensartadas en la sarta,

como perlas refugiadas en el suave nácar de su concha,

como pelos huachos en la calva,

como naves amparadas por un viento superior a los naufragios,

los deseos de escribir.


Cualquier escritura es biografía.

Mientras pide su momento, cuerpo en cuerpo,

dejando el que se ha ido, habitando el que vendrá.


Hada de luz, literatura.

Polilla aventada con un soplo del teclado

mientras cuida su progenie:

Interpretación.

Historia,

Búsqueda,

Sentido.

1 comentario:

Unknown dijo...

Enhorabuena, Julio, me parece muy interesante.
Un abrazo
Argentina